lunes, 31 de marzo de 2014

Las Haciendas en México.

Las Haciendas en México.



Los antecedentes

Las haciendas eran un modelo económico que data desde la época de la Conquista de México por los españoles, donde las grandes extensiones de tierra —entre dos mil 500 y tres mil hectáreas— se les daban como premio a los conquistadores. Hasta antes de 1650, a las haciendas se les llamaba estancias. 
En México, el sistema de las haciendas fue un modelo económico por más de tres siglos que hacía funcionar en buena parte la economía del país, pues en ellas se producían granos, animales y se extraía metal. Por eso se volvieron importantes.

Era un conjunto de bienes y riquezas con una estructura arquitectónica muy definida que un individuo posee; esto contrasta con la cantidad de gente que se necesitaba para que el latifundio marchara y fuera casi autosuficiente, que poco requería del exterior.

Este tipo de construcciones se diseñaban con base en determinadas jerarquías. Primero se hallaba el casco de la hacienda, que albergaba las habitaciones del hacendado y su familia con el estilo imperante en esa época. En seguida estaban las oficinas del administrador y su casa. Después la casa del caporal y los mayordomos, la capilla y la tienda de raya.

Alejado del casco de la hacienda se encontraban las casas de los caballerangos, los peones, hasta llegar a los humildes jacales de los campesinos, quienes eran los que realmente trabajaban el campo.

En su libro “Por las Haciendas de Jalisco”, Olivia Campos de Gallo señala que el surgimiento de dichas haciendas  comienza en el siglo XVI, cuando la corona española compensó los servicios de ciertos conquistadores mediante las llamadas “mercedes”; es decir, una recompensa o regalo a favor, en virtud de la falta de metales y piedras preciosas que, cuando se embarcaron, soñaron encontrar fácilmente en América.
De acuerdo con la tradición medieval, “todo era Dios”. Mientras que las almas y el más allá eran responsabilidad del Papa, los bienes y cuerpos de acá eran a gusto del emperador. Así que el Vaticano hizo un Tratado con el Rey de España y le había concedido el patronato de la Iglesia en ese continente.

En consecuencia, en las tierras recién incorporadas a su dominio material, su majestad no sólo podía mercedar tierras a quien quisiera gratificarle sus servicios sino que también estaba en condiciones de encomendarle indios para que se cumpliera, “como Dios manda”, con los preceptos vitales de los católicos y de esta manera alcanzaran la eterna salvación.

Fue así que las mercedes lograron trascender varias generaciones y dieron lugar a las haciendas que se repartieron a lo largo y ancho del territorio, convirtiéndose en unidades de producción autosuficientes. De modo que los primeros hacendados coexistieron con indios y peones en el mismo predio.
A diferencia de la casa de los peones e indios (modestas e incómodas), las de los patrones eran construcciones cómodas y elegantes.

En el olvido

La restauradora Nieves Campos Meyenberg explica que dentro de las haciendas se comenzaron a generar núcleos de población, y por ende clases sociales, donde la clase dominante que eran los dueños cometían abusos explotando a sus trabajadores y así creando clases sociales marginadas.

Por un lado, el hacendado y su familia tenían todo a su favor, ya que disponían de la oportunidad de irse a estudiar a Europa. Los propietarios eran los acaparadores de la economía y de los llamados latifundios, pues era un solo dueño para la finca agraria con una gran extensión de terreno. Y por otro lado se encontraba la clase explotada, que eran los que trabajaban para los hacendados, una especie de esclavitud solapada, pues aunque no se le llamaba de tal forma, los abusos a esta clase social tenían la aprobación de los gobiernos federal y central de aquel entonces.

Estos jornaleros iban a las tiendas de raya a comprar  lo necesario para sobrevivir, de manera que había ocasiones que no les alcanzaba para pagar, por lo que se les prestaba dinero y la próxima vez que iban se les descontaba lo que debían más lo que se volvían a llevar. De tal manera que esto se convertía en un cuento de nunca acabar, aunado a que no sabían leer ni escribir, así que las cuentas, que de por sí eran largas, el encargado de la tienda las hacía más todavía.

El sistema hacendario sometía a los peones a la esclavitud. Hasta que en 1910 sobrevino la Revolución Mexicana, cuyas bases era acabar con la explotación hacia los campesinos. El comienzo de este movimiento revolucionario surge, precisamente, en las haciendas de Morelos, con Emiliano Zapata.
Fue un proceso que duró años, aproximadamente hasta 1918, con la expropiación de las últimas tierras de las haciendas que fueron saqueadas, abandonadas y que, muchas veces, concluía con el asesinato de los hacendados.

Es por eso que se volvió un fenómeno no estudiado en nuestro país, de cierta forma por lo que representaba: esclavitud y explotación, además de que los límites geográficos no eran los mismos.

El saqueo y abandono 

Anteriormente, la división geográfica era diferente. No había municipios, se les llamaba cantones, equivalentes a dos o tres municipios actuales. 

Al momento de expropiarse las haciendas, se les repartieron a los campesinos y sólo se dejó el casco y la capilla para los descendientes de los hacendados, pero como estaban saqueadas y destruidas, no les interesaba atenderlas, por lo que las abandonaban o las vendían.

Además, los vecinos de esas tierras iban y robaban materiales como piedras, maderas o ladrillos para construir sus hogares, hasta que fueron desapareciendo, menciona Nieves Campos.