El caso es que dicen -y como todo en la historia, habrá que tratarlo con sus serias reservas- que allá cuando Hernán Cortés se dedicaba a adjudicar cuantas tierras pisaba, le otorgó -como si fueran suyas- al Marqués de Guadalupe Don José María Rincón Gallardo, en recompensa por los servicios prestados, “la Merced de las tierras” de los alrededores de Ojuelos, con la aprobación del Papa Alejandro VI (?). Y dada la “cristianísima” actitud de Don José María, se le dotó de la friolera de unos 400 sitios (?) de labranza y pastoreo -casi del tamaño de alguno de los estados actuales- constituyéndose así el feudo de Ciénega de Mata, de los Rincón de Ortega, y más tarde Rincón Gallardo.
Una gran parte de la Historia de México, está todavía ahí acurrucada en la Hacienda de Ciénega de Mata, a unos cuantos kilómetros de Ojuelos, en la carretera que va rumbo a Aguascalientes. Es una belleza histórica y pueblerina que no la deben de perder.
Orígenes
En la búsqueda de los orígenes de la familia Rincón Gallardo nos podemos remontar hasta principios del siglo XVII. Allá por 1601 localizamos a la rama de los Ortega en algunas mercedes que recibió por las Chinampas y por Peñuelas don Pedro Matheos de Ortega. La otra, la de los Rincón procedentes de la capital del reino, aparece cuando don Francisco Rincón se casó con doña María de Ortega, hija de don Pedro Matheos. De esta unión nacieron dos varones: Pedro y Agustín. Uno se consagró a la Iglesia: entró en 1620 al convento de los mercedarios como novicio, aunque después abandonó el claustro y entró al clero secular. El otro, Agustín, se consagró al gobierno: fue alcalde mayor de Aguascalientes y después corregidor de Zacatecas, y aunque se casó con doña Leonor Caballero, no dejó descendencia. Aquí se habría acabado la familia Rincón de Ortega, si no hubiera sido porque tenían un medio hermano de padre, don Juan Rincón de Vivar, a quien tocó la herencia de sus dos medios hermanos. ¿Pero qué heredó? El abuelo don Pedro Matheos de Ortega empezó a acumular mercedes de tierras: el 20 de febrero de 1601 recibió una merced en las Peñuelas, tres días después recibió otra en la Cañada de las Chinampas. Pasados cuatro años obtuvo permiso de regar sus labores de trigo, construir un molino de pan y fabricar un ingenio de beneficio de sacar plata en el puesto de Chinampas. Treinta años después sus nietos don Agustín y don Pedro fueron quienes compraron y mercedaron tierras en las jurisdicciones de San Miguel el Grande, Lagos, San Felipe, Aguascalientes, Pinos... Para 1652 sus propiedades deben de haber sido ya considerables, porque en este año don Agustín se comprometió a pagar 800 pesos por año, del diezmo de sus haciendas. El empeño de los Rincón de Ortega es notable: compran tierras, venden ganados, administran diezmos, patrocinan obras de beneficencia, compran esclavos, obtienen crédito. Desempeñan cargos públicos: como alcaldes mayores, justicias, miembros del ayuntamiento. O como autoridades religiosas, ya que el licenciado don Pedro fue cura beneficiado de Aguascalientes desde 1650 hasta su muerte. ¡Cuánta actividad! ¿Qué afán de acumular riquezas, para dejarlas después a la Iglesia? ¿Para qué fundar un mayorazgo cuando ninguno de los dos dejó herederos directos? Móviles de la época. Quizás incomprensibles para nosotros, pero no por eso menos valiosos.
Casi al mismo tiempo don Pedro Rincón de Ortega emprendió otra tarea: fundar un mayorazgo. En 1657, durante una de sus estancias en la ciudad de México, se presentó ante el notario para dictar su testamento y precisar las condiciones de fundación del vínculo de mayorazgo. El primer mayorazgo sería su hermano el capitán don Juan Rincón de Vivar y después lo heredarían sus descendientes. El vínculo se compondría de la extensión de tierra que valiera 60 000 pesos. Con este acto notarial se sentaron las bases legales que permitieron a los primogénitos de la familia Rincón de Ortega poseer indiviso durante dos siglos el latifundio de Ciénega de Mata. Pero la familia Rincón Gallardo, nombre que se adoptó cuando a falta de heredero hombre se hizo la transmisión a los hijos del matrimonio de doña Juana Rincón de Ortega con don Nicolás Gallardo, tuvo otros significados para la historia de Aguascalientes, aparejados al de gran latifundista. Durante generaciones fue la familia más importante en la región y su peso procedió no nada más de su poderío económico, sino de su actitud señorial. Adoptaron y se les reconoció una preeminencia nobiliaria, aunque el título no lo obtuvieron sino hasta 1810. Para obtener y conservar el lugar que ocuparon en la sociedad neogallega, contó mucho su presencia en la región, nunca se les consideró propietarios ausentistas. También fue determinante su actitud solidaria y paternalista con los habitantes de la zona: siempre estuvieron dispuestos a cooperar en las obras de beneficencia que se les solicitó, y en los tiempos de hambre y enfermedad no cerraron sus puertas a los desprotegidos. Guardaron al mismo tiempo la distancia necesaria para ser considerados diferentes, y hasta superiores: siguieron una estricta política matrimonial, no se casaron sino con sus iguales y se prefirió el celibato a un matrimonio degradante.
No se interesaron en obtener empleos o puestos en el gobierno, y cuando accedieron a ocupar algún cargo fue para cumplir con un deber, no para obtener un beneficio.
No todo fue fácil para los Rincón Gallardo. Al morir don Juan Rincón de Vivar dejó el vínculo tan gravado, que tuvo un concurso de acreedores. Su yerno don Nicolás Gallardo tuvo que hacer gala de eficiencia administrativa para sacarlo adelante. Pocos años después, su hijo Joseph —primer mayorazgo que llevó el apellido Rincón Gallardo— consolidó sus propiedades, al medir y componer las demasías que sus títulos no amparaban. Para obtener este beneficio dio al rey 1 900 pesos. El mes de abril de 1683, acompañado del escribano real don Diego de Galarreta, recorrió en carroza las propiedades del vínculo. Casi dos meses les llevó visitar todas las propiedades. El 10 de mayo partieron de la hacienda principal, que era la de Ciénega de Mata. El 28 de ese mes andaban por la hacienda del Tecuán y la de Encinillas.
El 9 de junio anduvieron por Ojo de Palacios, la hacienda de Los Remedios y los sitios de El Carrizal y Salitrillo, todo en la jurisdicción de San Felipe. El 11 recorrieron el puesto de Matanzas y el 14 llegaron a Aguascalientes, donde el mayorazgo tomó posesión de la hacienda de Peñuelas y entró a la sala, a la capilla y al cementerio. En Aguascalientes presentó los títulos de los sitios de Jonacatique, Morcinique, Horcones, San Nicolás de Chicalote, Cañada Honda, y el puesto Jaltomate. El 16 de junio llegaron a Chinampas.
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