Rebelión Cristera [editar]
La Guerra Cristera en México consistió en una fuerte lucha que duró 3 años entre el Gobierno y la Iglesia, de la cual se prohibió hablar durante mucho tiempo en México y también se tienen muy pocos documentos que hablen de ella.
Después de haber terminado la Guerra de Reforma en 1859 (durante la cual se enfrentaron dos grupos políticos en México: los conservadores que estaban en contra de la Constitución de 1857 contra los liberales) y la intervención Francesa en 1867 los gobernantes de México llevaron a la práctica una serie de medidas que proclamaban la separación entre la Iglesia y el Estado, al igual que disminuyeron el papel social de la primera ya que se sancionaba a los funcionarios que asistían a actos religiosos, se confiscaron todas las propiedades eclesiásticas y abolieron las órdenes monásticas.
Cuando el gobierno de Plutarco Elías Calles quiso hacer cumplir el Artículo 27 que estipulaba que las riquezas del subsuelo le pertenecían a la nación, a las compañías petroleras norteamericanas e inglesas, la tensión internacional se agudizó tanto que algunos temieron que pudiera haber otra invasión estadounidense. La Iglesia Católica había rechazado, desde que fueron promulgados algunos artículos de la Constitución de 1917; en especial los artículos 3º, 5º, 24, 27 y 130. En ellos, entre otras cosas, no se reconocía personalidad jurídica a las iglesias; se prohibía el culto externo, como las procesiones; no se reconocían derechos políticos a los sacerdotes; se establecían mecanismos para abrir templos al culto y delimitar el número de sacerdotes y se prohibía oficiar misa a los extranjeros. El presidente Calles decidió hacer cumplir las normas de la Constitución Mexicana; propuso leyes que llevaban al detalle lo que la Constitución mandaba y estableció castigos para quienes no las respetaran.
Los jesuitas, quienes fueron expulsados de España y sus colonias (incluyendo a México) por Carlos III en 1767, combatieron todo esfuerzo de los mexicanos simpatizantes de los revolucionarios estadounidenses por establecer una república soberana, lo que requería la eliminación de los privilegios feudales de esa Iglesia católica que estaba impidiendo el desarrollo económico de la nación. Cuando la Constitución mexicana de 1917 incluyó artículos basados en el principio de la separación de la Iglesia y el Estado (en la tradición de Carlos III de España, así como también de la Constitución de Estados Unidos de Norteamerica), la jerarquía de la Iglesia Católica mexicana controlada por los jesuitas organizó un derrocamiento de la Revolución Mexicana en defensa de sus privilegios feudales, con la intención de restablecer un Estado teocrático.
En este movimiento contrarrevolucionario organizado por jesuitas como Bernardo Bergöend, y que fue apoyado y estimulado por las empresas petroleras extranjeras cuyos negocios en México estaban amenazados por los artículos de la Constitución de 1917, los cuales restablecían el principio de que el subsuelo de México era propiedad de los mexicanos, surge la denominada Rebelión Cristera, en los años de 1926 a 1929 desarrollada principalmente en el territorio de Jalisco, siendo Guadalajara uno de los puntos de ebullición en esta lucha clero contra gobierno, ya que desde el virreinato hasta este periodo fue la sede religiosa más fuerte en México, la rebelión cristera tuvo a Guadalajara como punto central del conflicto.
Así, en 1926, se celebra en la ciudad de Guadalajara la primera convención llamada Unión Popular Jalisciense, presidida por Anacleto González, la que tuvo mucho éxito por el fervor católico de los tapatíos durante este siglo, en la convención también participaron José Garibi Rivera quien después fuera el primer cardenal de México así como el escritor Agustín Yáñez, quien tomaría la gobernatura del estado más tarde. En la convención se aprobó mayor difusión al catecismo, la impartición de la religión como materia en escuelas y la creación de la prensa católica para difundir la religión. Estos tres aspectos fueron tratados en Zapopan por todos los fieles, encabezados por el párroco de San Miguel al que también se le unían el de Guadalajara, Vicente Camacho. Esto indignó al alcalde de Zapopan, quien mandó aprehender y enjuiciar a varios de los manifestantes. Poco después de la manifestación las autoridades mandaron cerrar escuelas, templos y asilos que aguardaban a miembros de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (A.C.J.M.), dando cumplimiento a lo ordenado por el presidente Calles.
A partir de estos sucesos el estallido de la Revolución Cristera se propagó por el país entero, la catedral metropolitana, e iglesias de la ciudad fueron el escenario de la mayor lucha de la iglesia contra el gobierno en la historia de México, donde cientos de personas religiosas fueron asesinadas, y cada iglesia saqueada y despojada de sus patrimonios, también la expulsión de más de 200 clérigos extranjeros, y el cierre de todos los conventos, colegios y asilos, toda forma de fervor religioso se encontraba en contra del pensamiento revolucionario que imperaba en el el país durante el periodo del presidente Elías Calles, este conflicto se prolongó por 3 años en una guerra que solo pudo culminar con la intervención del clero norteamericano y la amnistía general en junio de 1929.
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