Esta historia nació gracias al ingenio
del Ingeniero Elías L. Torres, quien recuperó en un escrito lo que
decía el pueblo sobre la Soberanía de Estado, lo cual levantó gran
polémica en el pueblo sobre todo, en las recatadas y buenas mujeres de
Aguascalientes.
Se cuenta esta narración que doña Luisa Fernández
Villa de García Rojas, oriunda de Aguascalientes hija de Don diego
Fernández Villa, conocido comerciante del lugar- se casó con Don Pedro
García Rojas en 1822 (su primera hija doña Francisca nació en 1924). |
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Doña Luisa era una mujer atractiva, caritativa,
generosa, que como a todos los aguascalentenses deseaba que su estado
fuera independiente y sacudirse del yugo zacatecano " librarse de la
tiranía de los tusos ", rezaba un incendiario manifiesto de la época,
anhelo que no podía cristalizar mediante una revolución, ya que no se
podía enfrentar éste contra los poderosos enemigos de Zacatecas.
Don Pedro García Rojas se distinguía por su
prominencia en la política y su riqueza. Respetado y distinguido en el
estado y con antecedentes marcadamente enemigos de la liberal política
zacatecana. La ciudad de Aguascalientes fue fundada en 1575, según
consta en la cédula de Felipe II, fechada en Madrid el 22 de octubre de
ese año, siendo sus fundadores Juana de Montoro, Gerónimo de la Cueva,
Alonso Alarcón y otros mas, quienes se instalaron en las cercanías de
los manantiales de aguas termales que hay en esa ciudad. |
El crecimiento de la población fue tan
rápido, por la bondad de su clima, la exuberancia de su vegetación y la
abundancia de las aguas que, treinta y seis años más tarde, el 18 de
agosto de 1611, la Real Audiencia de Nueva Galicia la declaró Villa,
poniéndole por nombre "Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las
Aguas Calientes". Durante muchos años siguió dependiendo del Gobierno
de Nueva Galicia, hoy Jalisco, y todavía cuando el Conde de Gálvez,
Virrey de México, dividió la Nueva España en doce intendencias, siguió
perteneciendo a Jalisco.
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En 1791, el Gobierno Virreinal, quizá por la gran
distancia a que se encontraba Guadalajara, resolvió agregar a la
intendencia de Zacatecas, lo que hoy es Aguascalientes; con ese motivo
surgió un obvio y natural disgusto de los vecinos, el cual se hizo
manifiesto, por escrito. Hubo súplicas, pasquines y el descontento fue
creciendo a medida que el tiempo pasaba, sin que nunca aceptaran
semejante cambio, también hubo con frecuencia escándalos y motines que
duraron hasta la compleja independencia del Estado. |
De manera que, desde que Aguascalientes
fue agregado a la dependencia de Zacatecas, el más grande anhelo de
sus habitantes, era independizarse. Pasaron algunos años, y
Aguascalientes era un suburbio de Zacatecas, la gente sentía gran
encono con los zacatecanos, los que menos culpa tenían en el asunto. El
primero de Mayo de 1835, Don Antonio López de Santa Anna, llegó a la
ciudad de Aguascalientes de paso para Zacatecas.
Llevaba un contingente de 3,000 hombres, con los
cuales iba a someter al orden al turbulento estado de Zacatecas, que
había tenido "la audacia", de sublevarse contra él. Dice Elías L.
Torres, que " la causa en el fondo era que las ideas liberales y
avanzadas de los zacatecanos no se compadecía con las del gobierno
central, que habían impuesto a la republica al cojo de Tampico ". La
llegada del general Santa Anna a Aguascalientes, fue un gran alboroto,
el pueblo se puso en movimiento, se adorno la villa y con gran jubilo
fue recibido el presidente. |
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Pernoctaría una noche y las principales
familias del lugar se disputaban el honor de recibir en su casa al
invencible guerrero. La residencia de Don Pedro García Rojas y su
esposa Doña María Luisa fue la elegida. Toda la calle de Morelos (en
donde se ubicaba, según el historiador Don Alejandro Topete Del Valle)
fue decorada por guirnaldas de flores y papel de china de colores. Dice
la leyenda que el día fue muy ocupado para el general Santa Anna;
órdenes para el ejército, recibo de comisiones, conferencias con los
principales vecinos, con miembros del clero y de los conventos y toda
esa batahola de ir y venir que en torno de los grandes se agita y
mueve. Por lo tanto dieron órdenes estrictas para no permitir más el
paso a nadie; había sido un día muy agitado y el general iba a
descansar. |
Doña Maria Luisa, que era una gran ama
de casa, virtuosa en la cocina y una exquisita dama de abolengo, la que
a más de su belleza tenía finos modales, desplegando toda su
coquetería recibió al general Antonio López de Santa Anna, con una
reverencia. El invitado ocupaba la cabecera de la mesa; mientras
saboreaba un delicioso chocolate y los famosos " ladrillos "
(panecillos típicos de Aguascalientes), refería los incidentes de sus
gloriosas campañas. Don Pedro, escuchaba atento a su izquierda el
emocionante relato. Su esposa a la derecha del altivo invitado, clavaba
sobre él sus ojos de obsidiana y comentaba las hazañas que éste
refería con frases de elogio oportuno, o desgranaba dulcemente su
sonrisa divina, que era un invencible hechizo de su belleza
aguascalentense.
Poco a poco fue rodando la conversación, sabiamente
llevada por la dama, hasta conectarla en la situación dolorosa por la
que atravesaba Aguascalientes. Así escuchaba Santa Anna de sus labios
como la ciudad no tenía escuelaadores que acudían de todas partes de
la República, se resarcieran de las pérdidas sufridas, saqueando la
población, de que se habrían librado gracias a que el ayuntamiento había
armado a un centenar de hombres que pagaban los vecinos y con los
cuales se patrullaban las calles de día y de noche. |
Cuenta el narrador que cuando la señora
Villa de García Rojas llegaba a esa parte del relato, se abrió la
puerta del amplio comedor y un criado anuncio que Don Pedro José López
de Nava, buscaba al señor García Rojas; era urgente. El aludido pidió
permiso para salir a la sala un momento, cerro tras de sí la puerta y
el ruido de sus pasos se fue perdiendo por el rojo enladrillado del
corredor. -Aguascalientes puede ser independiente-, continua Doña Maria
Luisa, reanudando su conversación -basta que usted lo quiera, mi
General, que en este pueblo todos lo anhelamos, llegaríamos hasta el
sacrificio para obtenerlo.
Dejó caer estas últimas palabras con una ternura tan
intensa, que él árbitro de la República conmovido deslizó su mano
sobre el bordado mantete las fiestas de San Marcos el gobierno de
Zacatecas había retirado todas las fuerzas que tenía en la ciudad,
exponiéndola a un asalto de los bandidos que merodeaban por las
cercanías de Calvillo o que los jugadores que acudían de todas partes de
la República, se resarcieran de las pérdidas sufridas, saqueando la
población, de que se habrían librado gracias a que el ayuntamiento había
armado a un centenar de hombres que pagaban los vecinos y con los
cuales se patrullaban las calles de día y de noche. |
Cuenta el narrador que cuando la señora
Villa de García Rojas llegaba a esa parte del relato, se abrió la
puerta del amplio comedor y un criado anuncio que Don Pedro José López
de Nava, buscaba al señor García Rojas; era urgente. El aludido pidió
permiso para salir a la sala un momento, cerro tras de sí la puerta y
el ruido de sus pasos se fue perdiendo por el rojo enladrillado del
corredor. -Aguascalientes puede ser independiente-, continua Doña Maria
Luisa, reanudando su conversación -basta que usted lo quiera, mi
General, que en este pueblo todos lo anhelamos, llegaríamos hasta el
sacrificio para obtenerlo.
Dejó caer estas últimas palabras con una ternura tan
intensa, que él árbitro de la República conmovido deslizó su mano
sobre el bordado mantel y oprimiendo la fina siniestra de Doña María
Luisa, le dijo, emocionado. -¿ De veras hasta el sacrificio ?... La
señora de García Rojas se puso de pie violentamente, cerró un poco el
entrecejo, como desaprobando el atrevimiento del caudillo. Pero este,
sin soltarle la mano y mirándola suplicante... volvieron a brillar en
sus labios una sonrisa, y sentándose de nuevo contestó: - Hasta el
sacrificio... General.
Santa Anna acercó sus labios sensuales sobre los
divinamente bellos de la hermosa dama aguascalentense y dió un beso
prolongado y ardiente que vino a interrumpir el ruido de los pasos de
don Pedro, que regresaba por el pasillo. La dama salió al encuentro de
su esposo, radiante de alegría y colgándosele del cuello zalamera y
coqueta le dijo: - ¡ Perico, por fin Aguascalientes es independiente ¡ ¿
Verdad General ¿ - Verdad es, asintió Santa Anna inclinando la cabeza y
besando la mano de la señora García Rojas.
Según se cuenta en la leyenda, el dictador cumplió
su palabra, al día siguiente, dos de mayo de 1835, fue depuesto el jefe
político zacatecano, José Maria Sandoval, y nombrado por el cabildo
para sustituirlo Don Pedro García Rojas. Días después, triunfante, pues
había derrotado en Guadalupe, Zacatecas a las fuerzas de Don Francisco
García, que eran las de aquel Estado, expidió un decreto fechado en
México el 23 de Mayo de 1835, confirmando la independencia de
Aguascalientes, haciéndolo territorio el 30 de Noviembre de 1836, fue
declarado Departamento con la dimensión que ahora tiene el estado,
nombrándose como era natural, primer gobernador a Don Pedro García
Rojas. |
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